domingo, 25 de diciembre de 2016

¡Feliz Navidad, bobalicón Estado mexicano!

¿Y qué hace el Estado mexicano, específicamente el gobierno de la CDMX, para castigar a los borrachos que conducen automóvil en esta época de fiestas decembrinas? Les ofrece una cena navideña diversa y agradable, en vez de azotarlos como perros y castigarles la espalda como hacían los romanos con los criminales.

Las personas que conducen ebrias no sólo atentan contra su propia vida y la de quienes los acompañan, atentan contra la vida de viandantes, ciclistas y todos aquellos que tengan la mala fortuna de cruzarse en su camino. Un borracho en automóvil es la muerte, y más si quienes conducen son de por sí personas altaneras e imprudentes que  no hacen caso a quien les increpa sobre su mórbida forma de conducir.

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Un borracho en automóvil está en proceso de cometer homicidio1. Tarde o temprano un borracho en auto matará a alguien. ¿Cómo se supone que tales personas aprenderán la lección si en vez de reventarles la espalda a palos, se les ofrece amistosamente una cena con ensaladas, pastas y ponches para que no pierdan su Navidad2?

(Funcionario mexicano del estado de NL, Félix Coronado Hernández)
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Reitero, el delito no debería consistir en manejar en estado de ebriedad, sino en algo parecido a intento de homicidio. Si el Estado castigara a los infractores de acuerdo a eso, veríamos cómo en 3 segundos los ciudadanos respetarían las leyes y reglamentos, pensando 7 veces las cosas antes de intentar conducir su auto después de beber.

Pero como el castigo que se prevé para alguien que conduce en estado de ebriedad es tan leve (unas cuantas horas de arresto, con opción a ampararse inmediatamente para ir a cenar a su casa en Navidad), ni los niños tienen miedo de ser detenidos por la policía. Yo creo que nadie jamás había observado semejante tolerancia ridícula a infringir las leyes y reglamentos.

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Por esta tolerancia méndiga del Estado mexicano ante una sociedad perra y desobligada, es que la gente tira basura en la calle, se pasa los semáforos en rojo y no levanta las heces que sus perros defecan en la bendita calle. Con esto dicho, feliz Navidad a todos ustedes, borrachos, y que tiren con bien en la calle la basura que no pueden guardar en los bolsillos de sus pantalones.





1 Penalmente, el homicidio consiste en matar a una persona sin que haya intención de hacerlo.
2 Esto es cierto, los centros de detención (toritos) ofrecerán un menú que incluye tales manjares y otros más para la noche del 24 de diciembre.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Disertaciones sobre los "pelados" de barrio

Si alguna vez han vivido en alguna colonia de clase baja, habrán advertido que muchos de los vecinos no cambian nunca. Siguen siendo los mismos que cuando niños, ahora a los 30, 40 ó más años.

En esas personas no se advierten cambios importantes de lenguaje o en relación a los gustos musicales o a las amistades, y desde luego a la educación. Por tanto, para muchos de ellos, a los 16 años (por poner un número) la evolución paró. Dejaron de adquirir vocabulario nuevo, y su vida comenzó a andar como sobre un riel de tren, tan recto y monótono como fuera posible.

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Tales personas no adquirieron el gusto por otros deportes más que el que conocieron cuando niños (como el futbol mexicano). Lo mismo puede decirse de la música: su gusto quedó encerrado en el ámbito de lo vulgar. Otros más, los peores, siguieron bebiendo alcohol como cuando jóvenes y juntándose en pandillas de barrio, y después de 10 ó 15 años se les sigue viendo ansiosos por las fiestas y las reuniones sociales, igual, igualito que cuando eran adolescentes.

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El tiempo, solo, no cambia a nadie. El tiempo necesita de otros elementos para modificar a las personas. Como no puedo hablar de nadie con seguridad más que de mí mismo, anotaré una experiencia propia muy simple. Durante los primeros semestres de la Universidad no leía otra cosa que a los griegos. Sócrates y Platón me hablaban todo el tiempo de lo bueno, del bien, tanto, que sin darme cuenta llegó el momento en que yo mismo pensaba así. A partir de ahí se metió en mi cabeza la idea de que yo tenía que ser un vigilante del bien y de la forma correcta de obrar, si no en los otros, al menos sí en mi propia persona. Desde entonces, y por poner un ejemplo cualquiera, si acaso llegaba a toparme con un letrero de no pase o algo semejante, caminaba tres kilómetros y medio o más si era preciso con tal de obedecer la regla y no pasar por donde se me indicaba que no lo hiciera. En ese entonces (y aún hoy) entendía que las reglas están ahí por algo, para hacernos la vida más fácil a todos, y quebrantarlas nos lleva al caos, al desorden.

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No preocuparse por la educación propia y de los hijos culmina en eso, en una parálisis del desarrollo y progreso de la persona. Por eso vemos a los pelados del barrio ser eso toda la vida (discúlpenme por favor por usar palabras clasistas..., no soy clasista, pero sí un tipo algo animoso).

Reitero, el tiempo solo no cambia a nadie. Es el ambiente culto más el tiempo aquello que cambia a las personas. Si leemos constantemente existen altas probabilidades de que las ideas recuperadas germinen en nuestra cabeza, y con el tiempo enraicen lo suficiente para modificar nuestra conducta. Sin eso, sin libros principalmente, estamos perdidos. Sin libros no dejamos de ser lo que somos por nacimiento, animales que saben hablar.
Mucho importa a quiénes oye cada quien todos los días en casa, con quiénes habla desde niño, cómo hablan los padres, los pedagogos, también las madres.
Esta frase lapidaria de Bruto (un orador romano) es la clave. En resumen, y con esto finalizo, hay que hacer lo posible porque nuestros hijos se críen en ambientes lo menos vulgares posibles (nosotros como padres debemos limitar nuestra vulgaridad al mínimo frente a nuestros hijos mientras éstos son aún pequeños). De otra forma, criaremos a nuestros hijos como perdices, patos o perros que sólo gracias a la bondad de Dios aprenderán a hablar.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Los más "llegadores" en la literatura: Rusia

Recuerdo cómo hace años me puse de pié frente a mi librero y, casi por azar, tomé la primera obra que alcancé con la vista. Al leer el título se formaron en mí expectativas bastante altas, ya que la obra tenía renombre histórico. El libro resultó tan apasionante que leía varios capítulos al día. Una vez que terminé con 2/3 partes de la obra, decidí racionar su lectura y leer tan solo un capítulo a la vez, es decir, un capítulo diario. ¿Por qué? Porque no quería que llegase el día en que abriera el libro y no tuviera más para leer.

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Pero el tiempo no perdonó y no quiso mantener mi estado de cosas: ese libro y yo contra el mundo. Cuando mis dedos dieron vuelta a la última hoja resultó que no había más palabras, ni una sola; las hojas habían terminado, y me dije: «¿Pero, y lo demás? Si esto no ha terminado, ¿dónde quedó el resto de mi libro?». Finalmente, con tristeza decidí cerrar la tapa de la obra, resignándome a no encontrar más que el inútil colofón con los datos del editor.

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El autor de ese libro pintó a los personajes de tal modo, tan crudamente, que pensé que el personaje principal era yo, yo mismo, hundido en la miseria. Llegué a identificarme tanto, que al comenzar la última tercera parte tenía cierta esperanza de ver morir al personaje principal, atacado por las manos vengadoras de un desconocido, o quizá por sus propias manos, en un suicidio que terminara con la vida de ambos, de él mismo, Raskolnikof, y yo.

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Creo que pocos son los libros que marcan verdaderamente a las personas. Esos libros son como hechos ad hoc para nosotros. Son libros que sin conocernos cuentan nuestra historia.

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La expresión llegador (o en este caso, llegadora) probablemente no sea entendida por alguien no hispanohablante, por ejemplo un ruso. Significa aquello que mueve en lo profundo a una persona, es decir, aquello que le viene o llega con fuerza. En este sentido, Dostoievsky dijo en boca del tipo figurante en las ilustraciones de arriba:
¡Y entonces iré por mi pie al suplicio, porque no tengo sed de alegría, sino de dolor y de lágrimas!
Dostoievsky es el escritor de esta semana. Un autor que pone trémulos a sus lectores, los cuales se ven teñidos de tristeza por los rayos dostoievskyanos que hieren todo cuanto les rodea. Crimen y Castigo, nada más que decir.

domingo, 4 de diciembre de 2016

La lengua mata más que una pistola

La experiencia diaria justifica la idea de que una buena parte de las acciones pacíficas de las personas no nace de ningún noble sentimiento de probidad, sino 1) de la indiferencia que se tiene por los demás, 2) de la cobardía, o 3) del temor a las consecuencias judiciales.

En general las personas respetan la propiedad ajena o la castidad de las mujeres, porque o bien no les interesa hacerse de estos bienes, porque son cobardes o porque temen ir a la cárcel. Thomas Hobbes dijo una vez que la pasión que inclina al hombre a la paz es el temor a la muerte.

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Tan cierto es que los hombres no alteran la paz pública porque son obligados por aquellas 3 razones, que allí donde se saben libres de todo castigo, dejan de reprimirse y exteriorizan los deseos que atentan explícitamente contra la paz social. Como ejemplo de esto está la intolerancia, la insidia, la traición, el racismo, la burla, la hipocresía, la injuria, etcétera, etcétera; todas cuyas expresiones no son ni han sido perseguidas nunca realmente por la ley.
El hombre [dijo Freud alguna vez] no es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad.
Estas expresiones de la maldad humana (la insidia, el chisme, la traición, etc), bien pueden parecer irrelevantes e incluso menudas comparadas con las expresiones más agresivas de la maldad, como el asesinato, el robo y la mutilación. Sin embargo, en algunos casos estas manifestaciones están muy lejos de ser irrelevantes o sutiles para las personas que las sufren. Tanto, que algunas personas preferirían mil veces padecer  una mutilación o ser objeto de un robo con violencia con tal de no ser objeto de aquellas villanas expresiones. De aquí la verdad de la sentencia latina: mucho más cruelmente hiere la lengua que el hierro.

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Para finalizar, quiero citar una frase increíble de William Hazlit, que puede resumir de una manera brillante lo que he querido decir en este post:
Renunciamos a la demostración exterior, a la violencia bruta, pero no logramos eliminar la esencia o principio de la hostilidad. No aplastamos de un pisotón [a un] pobre bicho (cosa que nos parecería bárbara y reprobable), pero lo miramos con… horror y… repugnancia.
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Quizá hoy se permita a los negros y mexicanos el acceso a las cafeterías de los pueblos estadounidenses (hubo una época en que tal cosa no sucedía). Pero la repugnancia sigue estando ahí presente (en la lengua y ojos de las personas), tan presente que Donald Trump es hoy el candidato electo a la presidencia de nuestro ilustre vecino del norte.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Esas malditas series de TV sobre narcos

Mucha gente piensa que las series sobre narcos subliman la figura aborrecible de gente inmoral e indeseable, y que hacer eso tiene consecuencias negativas sobre gente de poca cabeza, como los adolescentes, que se representan a esas terribles figuras como ídolos.


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Pero eso que sucede con las series de narcos perfectamente puede decirse de las películas sobre estafas que a todos nos gustan, en donde pintan a los criminales de tal forma que cualquiera quisiera convertirse en un carismático estafador. Uno puede dar mil ejemplos semejantes, y por tanto las dudas y recriminaciones deberían recaer casi sobre todo. En este sentido, ¿debería prohibirse la comercialización de Rápido y Furioso, La gran estafa, Breaking bad y todas esas películas y series en que se se desarrolla la figura de los criminales como superhéroes y personas exitosas? Claro que no. Si así fuera, en dos segundos nos quedamos sin las industrias de la televisión y el cine. Prohibir y censurar, obvio, no es la solución.

Las personas deben educar a sus hijos de tal forma que éstos aprendan a vivir y soslayar las influencias negativas de un mundo lleno de vicisitudes, de crímenes, de villanos y de las 75 mil quinientas porquerías que yacen en continua presencia en la vida de cualquier persona.

¡Qué vamos a hacer, demonios, ir al Senado a exigir una ley para que no existan niños buleadores en la escuelas porque no queremos que nuestros hijos tengan la influencia de esa clase de niños? ¿O esconder a nuestros hijos en nuestras casas, y que no salgan nunca, para que jamás tengan contacto con los vagos de la esquina?

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Más aún, si lo hiciéramos, lograríamos poner a salvo a nuestros hijos, sí, y jamás tendrían una cicatriz en su cuerpo. Pero al mismo tiempo estaríamos haciendo de ellos unos auténticos inútiles que no sabrán, de ahí en adelante, cómo defenderse y comportarse ante una sociedad hostil. Los hijos, nuestros hijos, desgraciadamente tienen que enfrentarse al mundo para que aprendan a defenderse.

Esas personas, las que claman contra las series de narcos y otras malas influencias, parecen tan ridículas como aquellas que echan el grito al cielo porque sus parejas les han sido infieles, y si pueden, ¡echan en cara la culpa de la infidelidad al amante de su pareja infiel, alegando que ella fue la culpable de la ruptura de la relación! En estos casos, ¡quien menos culpa tiene, si es que tiene alguna, es el amante! El amante (la serie de narcos) está ahí afuera como una de las múltiples acechanzas existentes, tan placenteras como dañinas de la vida.

Muchas veces, probablemente la mayoría, si la pareja (nuestros hijos) cae en sus garras es por su propia voluntad, que al ser débil y torpe como un animal, nunca aprendió nada, y por tanto no supo negarse a caer en el placer de convivir con gente vacía y tosca como los vagos detestables de las esquinas (las series de narcos). ¿Entonces quién diablos tiene la culpa de que los niños caigan en las manos del mal (narcos, etc)?

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Nunca van a dejar de existir las series de narcos, las drogas y los amantes. Siempre estarán ahí. Si nuestros hijos y parejas caen en ellas, echemos culpa a lo que queramos menos a las series de narcos, a las drogas y los amantes. Pensemos un poco y entendamos que la culpa cae en nosotros como padres que no pudimos encaminar a los hijos, y en los propios hijos que, igual que los animales, no pudieron tomar buenas decisiones.

domingo, 20 de noviembre de 2016

El lado bueno de la pobreza

En algún momento llegué a escuchar esto: No hay que hacer nada por mejorar la calidad de vida de los pobres, después de todo ya están acostumbrados a vivir así.

Independientemente de las diatribas que podamos lanzar contra quienes sostienen una idea semejante, hay algo en ella que tiene mucho de cierto; y lo que tiene de cierto también lo tiene de valioso.

Yo nací en un hogar humilde, uno en que no hubo lujos de ningún tipo y en el que, por supuesto, no hubo agua caliente disponible en los lavabos. Y aunque con el tiempo la situación económica mejoró bastante, nunca sentimos la necesidad de modificar las instalaciones para proveer agua caliente en el lavamanos.

Hace tiempo viví unos cinco años en una casa que sí disponía de agua caliente en los lavabos, pero nunca la usé, ni siquiera en invierno. La pobreza de mi infancia me endureció lo suficiente para no necesitar una comodidad como esa. Ahora, esto mismo podría decir yo de muchas otras carencias que tuve en mi vida de hijo de familia y que ahora de adulto no me hacen falta.

Hay mucha gente que tiene la suerte de nacer en una familia que puede proveerse de comodidades y lujos. Desgraciadamente, muchas de esas familias cuentan con padres que no piensan, como los animales, y proveen lujo tras lujo a su hogar sin pensar un momento en hacer algo para que sus hijos entiendan que tales comodidades no son necesarias, y que si llegan a verse en un contexto en el que no existe tal abundancia, no se muerdan la lengua engreída que tienen y se nieguen a acomodarse con lo que hay.

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¡Quién no conoce personas que por alguna razón se niegan a dormir en el piso cuando llega el momento de hacerlo, o habitar algún tiempo en una casa con techo de lámina, a comer pobremente, a defecar en un baño sucio e incluso a lavarse las manos si el lavabo está grasiento!

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Existen personas que aún habiéndose criado en familias pudientes, no muestran debilidad ni asco cuando tienen que vérselas con el ambiente de amistades pobres. Pero muchas otras no. Si la pobreza tiene algo de bueno, es precisamente eso, que capacita a las personas a vivir en donde y como sea. La pobreza abre a las personas, dotándolas de aptitudes para vivir en múltiples contextos, no necesitando las almohadas satinadas y perfumes de diseñador que las princesas y petimetres tienen en casa.



domingo, 13 de noviembre de 2016

Me niego a pagar un taxi

Cuando llega la ocasión de elegir entre pagar un taxi, tomar un microbús o un camión, generalmente decido no pagar nada y comienzo a caminar.

Lo mismo pasa cuando el estómago comienza a gritarme que tiene hambre, «¡Hey, tú, quiero comer!», dice mientras me hace mirar con apetito los puestos de comida ambulantes. Pero me niego a complacerlo y sigo caminando, resguardando fielmente mi dinero entre las manos.

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«¿Por qué diablos te comportas así?», algunas personas me dicen y ríen, como si fuera una gracia.

Cada vez que suceden casos como los mencionados, cada vez que llega el momento entre decidir complacer o no a mi cuerpo, viene a mi mente Ana Karenina, y entonces decido disciplinarme a mí mismo y sobre todo a mi cuerpo que no deja de pedir y pedir. Ana Karenina, ustedes saben, es una obra bastante reconocida. He leído esta obra recientemente y en ella aparece una idea que, sin saberlo, he profesado toda la vida, pero que al leerla tomó forma por vez primera en mi cabeza: ¿la satisfacción que obtengo al comprar algo es tan grande como el esfuerzo sufrido para ganar el dinero?

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La mayoría de las veces respondo negativamente tal pregunta, y por eso casi nunca me ven comprando nada. No pago taxis, no compro dulces, no como en la calle..., no nada, y por ello camino mucho y decido apretar mi estómago y pasarla mal. El dinero cuesta mucho ganarlo, y no me refiero sólo el sudor y la fatiga propios de las labores por las cuales me pagan, sino al trato con los compañeros que aborrezco y a los que tengo que verles la cara todos los días; me refiero al trato con la empresa que nunca paga horas extra, a levantarme temprano y cumplir con esta necesidad desgraciada de la vida. Repito, el dinero cuesta mucho como para tirarlo a la basura por un vaso de agua y una comida que no necesito porque no estoy muriendo, porque no estoy muriendo de sed, porque no estoy muriendo de hambre.

Considero que gastar el dinero así (comprando cosas en la calle) es muestra de una vanidad terrible que sólo vuelve flojas a las personas. Flojas porque pagan para no caminar, y serviles porque se subyugan a los apetitos de su cuerpo al que nunca obligan a moverse. ¿En qué clase de persona te has convertido tú, o a tus hijos con tu ejemplo, dando de comer a tu cuerpo en cuanto éste muestra la menor fatiga o pagando un taxi para evitar que tus piernas te lleven, como si fueras un príncipe o una reina vanidosa, floja y pedante?

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Veámoslo por otro lado. Pienso que pagar $8 por 250 ml de agua es una auténtica locura. Con el mismo dinero podemos obtener 2 m3 de agua potable en casa, ¡2 m3! Demonios, ¿no podemos esperar a llegar a casa y beber toda el agua que queramos como hipopótamos, hasta reventar, pero sin tirar el dinero?

Nunca me he considerado un hombre avaro, sino ahorrador... Si ustedes, lectores, y con esto finalizo, justifican sus compras vanas afirmando que para eso está el dinero, bien, pero con ello no logran más que mantener un cuerpo y una mente flojos e indisciplinados.

domingo, 6 de noviembre de 2016

¿Futbol soccer? Por favor!

Con el mundial Estados Unidos 94 yo conocí el futbol soccer. Durante los siguientes años vi con gusto los partidos de la liga mexicana, y desde luego seguía casi religiosamente los partidos de la selección mayor.

Crestomatía. Imagen obtenida de http://www.taringa.net/posts/imagenes/17793142/Los-que-alzaron-la-copa-parte-2.html

Diez años después todo cambió. De pronto mi pasión fue convertida en asco y odio contra el futbol, más exactamente, contra el futbol mexicano.

Se entiende bien por qué los medios sobrevaloran una liga de futbol como la mexicana, que no es precisamente buena: el rating, el dinero, el poder. No sólo eso, el Estado muy probablemente tendrá que ver algo en la enorme promoción de ese juego deportivo. Las razones de esto último también parecen claras y no hace falta pensar mucho para encontrarlas: intentar alejar a la gente, en la medida de los posible, del México violento e infeliz que es.

Mi desencanto me ha llevado no sólo a no ver más los partidos, sino a experimentar molestia, por decir lo menos, al encontrarme con gente que hable del asunto. Pero hay algo peor, y es que mi disgusto sobre la liga mexicana de futbol y su selección mayor se ha posado sobre el futbol en general. Es decir, y a grandes rasgos, el futbol ha dejado de gustarme gracias a la gente que sí gusta de él.

Estoy acostumbrado a relacionar el futbol mexicano con gente inculta, salvaje, grosera. Para decirlo de una vez, tiendo a relacionarlo con el pelado mexicano, y esto me ha orillado a despreciar al futbol.


Crestomatía. http://eldeforma.com/2014/06/18/angel-de-la-independencia-estalla-fue-un-maldito-empate/

Finalmente, el futbol es sólo un deporte, y en este sentido en sí mismo no tiene absolutamente nada de despreciable. Lo que es aborrecible es la afición. La gente es siempre lo malo. Las personas, su educación y costumbres, son siempre lo malo.

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Si los primates que gustan del futbol (como el animal estúpido de aquí arriba), y con esto finalizo, no se expresaran como lo hacen (como animales que no saben más que hablar de futbol con una cerveza en la mano), muestra clara las fotografías arriba expuestas, seguro jamás hubiera desaparecido en mí el gusto por este deporte. Pero gracias a ellos, ahora, se ha echado a perder otra cosa más en mi vida.

domingo, 30 de octubre de 2016

Anexar México a Estados Unidos (continuación)

Justo después de publicar el post anterior, Anexar México a Estados Unidos, recibí la siguiente réplica: existen infinidad de cosas que hacen de este país algo bueno (cultura, bellezas naturales, etc), así que no todo es malo y hay cosas buenas por las qué pelear, y por tanto es reprobable la idea expuesta.

Un país es muchas cosas, su gente, sus tradiciones, su territorio, sus costumbres, su lengua, su religión, su moneda, etcétera. En este sentido no es posible concebir la idea abstracta de país (¡viva Berkeley!1).

Así las cosas, ¿qué es México? Quien lea esto, y dudo mucho que alguien lo haga, estará pensando que voy a lanzar una retahíla interminable de defectos que hacen de este país un país de tercera, o dicho mediante un eufemismo, un país en vías de desarrollo o de tercer mundo. Pero no lo haré.

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Argumentaré ad hominem. Quiero decir, para argumentar mi consentimiento de que el territorio mexicano se anexe a un país de primer mundo, voy a conceder justo lo contrario, a saber, la presencia de una cultura prehispánica valiosa, de tradiciones singulares, de pueblos mágicos, bellezas naturales inagotables, flora y fauna silvestres únicas, y por supuesto la existencia de mexicanos valiosos para la ciencia y las artes.

El mundo entero sabe que prácticamente todos los habitantes de Chiapas viven en la pobreza; gente incapaz de alcanzar una vida mínimamente decorosa, que lucha a diario contra el hambre, la enfermedad y la corrupción. Los increíbles estados de Guerrero y Oaxaca, igual. Para acabar rapido, el porcentaje de la población no pobre y no vulnerable asciende sólo al 20.5% de la nación mexicana2, el resto..., ¡al diablo!

Ahora sí, preguntemos, ¿cómo los bienes concedidos anteriormente lograrían convencer racionalmente a nadie, y sobre todo a los que tienen poco o nada y sí mucha hambre y sed (el 80% de la población), que este país es un buen lugar para vivir? ¡Pero qué diablos me importa a mí que el territorio nacional esté lleno de pueblos mágicos, si yo y el resto de la población trabajamos diario como animales sin la esperanza de dejar de ser pobres! ¡Qué diablos me importa a mí la existencia de la cultura más exquisita, si tengo hambre, hambre que me vuelve incapaz de disfrutar esa cultura y asistir a la escuela, a la cual llegaré muy probablemente sólo al 3er año de secundaria3!

Me parece que si nos negamos a aceptar ideas como aquella que concedo en este post (anexar el territorio mexicano a un país de primer mundo), y con esto finalizo, será por un amor incondicional (absolutamente irracional) a la tierra que nos vio nacer, y no gracias a una reflexión mínimamente trabajada.

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Si nos empecinamos irracionalmente en sentir orgullo por este país (de ese mismo orgullo tonto que tienen los que asisten al Ángel a celebrar un triunfo de la selección mexicana de futbol, o de los que asisten al grito frente al Palacio Nacional), diremos entonces, y entre otras cosas, que sentimos amor por nuestro país igual que el amor incondicional que sienten las madres por sus hijos, aun cuando éstos sean delincuentes y alimañas de la peor ralea.

(No te pierdas el post que dió comienzo a este texto.)



1 Una de las ideas fundamentales del filósofo irlandés, George Berkeley, es aquella de la imposibilidad de las ideas abstractas. De esta forma, toda idea debe contener en el fondo detalles de contenido acerca del objeto al cual refieren.
2 Medición de la pobreza en México por el CONEVAL, 2014.
3 El número de años promedio de educación en México es de 9.1. INEGI, 2015.

domingo, 23 de octubre de 2016

Anexar México a Estados Unidos

México no es un país de primer mundo y probablemente nunca llegue a serlo. Por un lado tenemos la corrupción, la ineptitud y la apatía de sus gobernantes (sexenio tras sexenio); y por otro, el modo mexicano de ser, en el que no parece existir ese sentimiento de superioridad, de sobresalir, de sobreponerse a todo y a todos. Al menos, este par de cosas evitan hoy y, como digo, evitarán siempre, que este país llegue a formar parte de las naciones de primer orden.

Si uno quiere recibir educación de primera calidad como en el primer mundo, en definitiva jamás va a encontrarla en las escuelas públicas de nivel básico y, me atrevo a decir, medio superior (1). En el mismo caso están los servicios que provee el Estado, como la salud y el agua; o los servicios de privados, como la telefonía celular, los ISPs y otras muchas cosas.



Si alguna vez divisamos avances y desarrollo en algunos pueblos al interior del país (de esos en los que parece que aún se continúa viviendo en el siglo XIX, trasladándose con vehículos a tracción animal y arando la tierra con instrumentos aún más viejos), no es jamás gracias al Estado, sino a la riqueza venida de los braceros que viajan a Estados Unidos. Pero no hablemos más de las carencias de este país, que son bastante conocidas y listarlas resultaría inútil.

Uno tiene muchas veces pensamientos idílicos e imposibles, como cuando nos decimos: Si yo fuera Presidente... En este sentido, hace tiempo soñé despierto en la idea de que México dejara de ser un país y se anexara, así nada más, como parte del territorio estadounidense. Si esto sucediera, ahora sí viviríamos en un país que se toma en serio muchas cosas, entre ellas, ser un país de verdad, cuyos ciudadanos tienen motivos reales para sentirse orgullosos de pertenecer a la nación en que nacieron. Viviríamos en un país que sí apoya a sus ciudadanos a ser los mejores. A ser los mejores del mundo en deportes, en la guerra, en los negocios. De seguro la mayoría de todos nosotros dejaríamos de ser pobres y nos convertiríamos, quizá en cosa de unas cuantas generaciones, en clase media.
Pero esto no es posible, y a la mayoría no nos queda otra que seguir siendo mexicanos.

Me siento incapaz de sentir orgullo de mi país, de modo que cuando alguna televisora nacional o el gobierno, etc., ensalza a ciertos mexicanos que han triunfado, vendiéndonos la idea de que ser mexicano es algo bueno, pierdo más aún la fe. Pues el problema con estas ventas es que, y con esto finalizo, muchas veces ponen ejemplos de hombres y mujeres sobresalientes que se han formado en otros países, en países de primer mundo. Y obviamente esto no es un argumento de nada, pues en este sentido México no constituye la menor parte del éxito de dichas personas. Corrijo, sí constituye parte del éxito, pero no es una parte encomiable: si tales personas tienen algo que agradecer a México, es el hecho de haberlos hecho vivir en un contexto de pobreza, corrupción y lleno de un montón de falta de oportunidades. Esto es lo que deberían agradecer, ya que no hay mejor acicate que tu propio país te obligue a abandonarlo para buscar en otro lugar, allende sus fronteras, las oportunidades que no te da.

No te pierdas la continuación de este post.




(1) No extiendo esto al nivel superior, ya que la UNAM y el Politécnico son, en muchos casos, escuelas encomiables.

domingo, 16 de octubre de 2016

Los fantasmas son tan posibles como los seres humanos

Cuando interactuamos con otro ser humano observamos en él toda clase de muestras que nos sugieren la idea de que él es semejante a nosotros, es decir, que es racional, un ser pensante. En pocas palabras, tales muestras (por ejemplo el habla) nos sugieren que el cuerpo humano que tenemos enfrente no está hueco ni muerto, sino que en él habita un espíritu (alma, yo, conciencia, etc) que rige sus movimientos y se expresa con dichas muestras que a nosotros nos sugieren su existencia.

Evidentemente jamás podemos asegurar que existen otros seres pensantes semejantes a nosotros mismos con el solo hecho de ver cuerpos humanos moverse en la calle. Con esto no quiero decir que no existan otros seres humanos; lo que quiero decir es que no podemos demostrar auténticamente su existencia. Ver a alguien hablar elocuentemente y moverse de tal forma que nos sugiera su ser racional, no asegura la existencia de un ser racional pensante, ya que lo único que percibimos son sensaciones variopintas (visibles, audibles, táctiles, etc), no al ser pensante en sí mismo. Digámoslo de otra forma. El ser pensante nunca es percibido. Lo único que percibimos son sensaciones visibles, audibles, que, en el mejor de los casos, sugieren ser efectos de un ser racional semejantes a nosotros mismos. Ahora, una sugerencia es sólo eso, una sugerencia, una posibilidad, no una demostración de nada.

Crestomatía. Imagen obtenida de http://el-cine-en-rosa.blogs.diezminutos.es/2015/09/16/lo-que-no-sabias-de-ghost

Tanto es así, que tales muestras de racionalidad, tales sugerencias, perfectamente pueden encontrar su causa en cualquier otra cosa excepto en un supuesto ser humano pensante. Por ejemplo, justo ahora, tú (la persona que está leyendo esto) puede estar durmiendo ahora mismo y soñando que está despierto y hablando con una persona racional (1).

Ahora bien, si ni siquiera podemos asegurar la existencia de otros seres humanos pensantes iguales a nosotros mismos, ¿cómo, por vida de Dios, nos atrevemos a asegurar la existencia de cosas extrañas pensantes tales como fantasmas y sucesos paranormales originados por espíritus ambulantes?

Pensemos un poco, en nuestra experiencia, ¿qué presupuestos son necesarios para que algo o alguien vea, oiga, sienta, huela y saboree? La respuesta es que ese algo o alguien sea un ser percipiente con facultades para percibir, sentir; y desde luego que posea un cuerpo mediante el cual pueda sentir, percibir.

Si bien es cierto que lo que siente (oye, huele, etc) no es el cuerpo sino la mente, ésta no siente sino a través del cuerpo. Como quiera que son las manos, los oídos, la nariz, la boca y los ojos los medios a través de los cuales la mente obtiene sus objetos de conocimiento sensible. De esta forma, ¿cómo se supone que podemos afirmar que un fantasma nos estaba mirando feo, si evidentemente no tiene ojos? Cualquier respuesta necia que se dé al respecto, caerá en nuevas presuposiciones que, para no variar, no pueden comprobarse.

Crestomatía. Imagen encontrada en http://desmotivaciones.es/carteles/terrorificos.

Ahora, hablando de la gente seria que está convencida de haber experimentado situaciones paranormales, jamás podemos decir que sea falso lo que experimenta. Lo que sí podemos decir es que, muy probablemente, lo que experimenta no tiene como causa lo que dicha gente piensa que es su causa.

Es decir, y con esto concluyo, uno puede encontrar sin mucho esfuerzo varias razones que expliquen perfectamente cada una de las experiencias paranormales que la gente dice haber experimentado. La actividad paranormal sufrida se reduce, así, a un montón de hechos reales (no espectrales) no comprendidos suficientemente.


(1) Demostrar que se está en estado de vigilia y no durmiendo, es un problema clásico y no tiene respuesta. Arthur Schopenhauer llegó a decir que el único momento en que uno sabe que está en vigilia es en el justo momento de despertar.

domingo, 9 de octubre de 2016

Las razones mezquinas del racismo

Entiendo que el origen de la xenofobia y racismo contra los mexicanos en Estados Unidos no tiene ninguna relación con temas de seguridad o cuestiones económicas, sino con la incongruencia entre los valores estéticos de unos y otros.

Como todo mundo dice, México es muchos Méxicos. No todos los mexicanos somos iguales, y en cuestiones estéticas, también. Muchos tenemos rasgos faciales cuasi caucásicos, que son los mexicanos que admiten en castings de televisión para comerciales de refrescos que extrañamente se ostentan como muy mexicanos. Otros tienen rasgos latinos pero estilo portugués o español, y muchos otros tienen rasgos bastante rudos y toscos, más bien indígena.

La figura mexicana a la que tiene acceso el pueblo estadounidense, que son las personas que cruzan la frontera arrastrándose entre las piedras como animales, no son nunca los que tienen rasgos cuasi europeos. Son las personas que tienen rasgos faciales rudos, indumentarias baratas y de mal gusto. La figura mexicana a la que tienen acceso los estadounidenses dista en mucho de asemejarse y menos aún confundirse con la figura caucásica o europea.

(Crestomatía. Imagen obtenida de http://www.animalpolitico.com/2014/08/scjn-desecha-solicitud-para-pronunciarse-sobre-detenciones-de-migrantes-en-mexico)

Los emigrantes irlandeses que llegaron a Estados Unidos en el siglo XIX eran europeos, blancos. Si bien también sufrieron racismo, no les llevó mucho tiempo ser asimilados por el pueblo estadounidense. A principios del siglo XX los irlandeses ya se habían asimilado exitosamente. Es decir, les tomó cosa de un siglo. Con los afroamericanos y asiáticos la cosa ha sido distinta, y no se diga con los mexicanos.

¿Por qué los irlandeses se asimilaron tan rápido, no así los afroamericanos y mexicanos? Tengo la impresión que su apariencia física permitió perfectamente esa asimilación. Es decir, los irlandeses podían ser abarcados por la mente del estadounidense caucásico. En un palabra, porque el estadounidense podía comprenderlos estéticamente. El mexicano, así, resulta incomprensible. El mexicano resulta un auténtico otro, un extraño que incluso atenta contra los valores estéticos estadounidenses con sus ropajes de vagabundo, sus rostros que asemejan a los simios y que parecen no servir para otra cosa que ejercer labores de limpieza, del campo o de restaurante.

Si acaso hay algo de razón en esto que ponemos en la mesa para una charla de café, ¿tal cosa nos parece horrible, detestable? No, no nos parece. Y los que digan que sí, probablemente lo digan sólo de dientes para fuera. ¿Cuántas veces no se ha visto a los propios mexicanos (por ejemplo a los de la CDMX) acosar con una mirada intrusiva y morbosa, a una muchacha indígena dentro de un centro comercial, digamos ubicado en La Condesa o Polanco?

Entonces, ante la pregunta, ¿por qué la figura mexicana es objeto de racismo por cierto grupo de estadounidenses? La respuesta es, en parte, por las mismas razones de por qué son racistas los mexicanos contra otros mexicanos que no comparten sus mismos valores estéticos.

Si una chica indígena oaxaqueña llega a la CDMX y se le ocurre entrar a una tienda de moda o a un centro comercial en Polanco, vistiendo ropa económica y acaso de mal gusto, pero principalmente portando esos rasgos faciales que distinguen a la gente indígena, va a ser observada y tratada con desprecio por una parte de los circunstantes, incluso por los mismos empleados que acaso tengan como mayor mérito en la vida haber ingresado como asalariado en ese centro comercial.

Ante lo cual es lícito preguntar: ¿por qué esos empleados, humildes dependientes de una plaza comercial, se atreven a expresar una conducta racista contra una pobre chica indígena oaxaqueña?

Si el dependiente fuera honesto, nos diría: Si la discrimino no es porque yo tenga más nada que ella, o porque sea mejor que ella, sino porque no se parece a mí, porque no se viste como yo, porque es fea como un animal.

domingo, 2 de octubre de 2016

Si Dios existe, probablemente no es perfecto

Tengo una cuenta en Taringa y diario llega a mi correo un email promocionando los posts populares. Aunque la mayoría de ellos son bastante tontos, uno que otro resulta muy interesante. Hace poco llegó uno en donde se anunciaba un post cuyo título era algo así como Refutaciones de las 5 demostraciones de Dios en Tomás de Aquino. Dije: "¡Pero qué impresionante, quién es capaz de decir algo así!". Así que decidí leerlo sin tardanza.

Por desgracia, el asombro con el que llegué desapareció casi de inmediato, y el texto, después de leer la primera refutación, me pareció que no merecía ser leído más, debido a la falta de inteligencia que tal post demostraba en materia filosófica.

Sin embargo, tal lectura me llevó a donde estoy ahora, a escribir algo sobre la idea de Dios. Cuando se estudia Filosofía, en verdad que resulta difícil ser ateo..., no es fácil demostrar la inexistencia de Dios.

Crestomatía. https://darkcornerbooks.files.wordpress.com/2015/11/3a26907f0a8e93ac79fddd7f41bb089e.jpg

Si posibilidad lógica significa aquello que no es necesariamente falso, entonces, aunque nos consideremos los más recalcitrantes ateos y enemigos de toda religión, debemos sucumbir a la luz de la razón y conceder al menos la posibilidad lógica de Dios, pues Dios no es una idea necesariamente falsa.

Ahora, para ir a donde quiero, demos por sentado que Dios existe. No se hable más.

Algunas personas tenemos cierta repugnancia a aceptar la idea de Dios. Los motivos de esto son ampliamente conocidos, y esencialmente se relacionan con el mal en el mundo. Entonces, yo creo que si no queremos parecer tontos afirmando que Dios no existe o que somos capaces de refutar su existencia, al menos podemos echar mano de una alternativa: apelar a su imperfección.

Por ejemplo, Hans Jonas sostiene que es contradictorio el concepto de omnipotencia aplicado a Dios, tomando en cuenta su relación con el hombre. Un ser omnipotente es aquel que no encuentra resistencia en ningún lado. Si Dios fuera omnipotente no podría existir nada que no fuera él mismo, por tanto, no podría existir el hombre ni el mundo.

Existen varios pensadores que, tras largas reflexiones, terminan por concebir a Dios como un ser que no lo puede todo, específicamente, evitar el mal.

(Crestomatía. Imagen obtenida del sitio https://sites.google.com/site/lossuperositos/los-horrores-del-holocausto)

Wolfgang Borchert, un escritor de la época del Holocausto, escribió una obra de teatro francamente desoladora, horrible, La calle sin puertas, en la que figura Dios como uno de sus personajes. Borchert le hace decir a Dios: ¡Y yo…, yo no puedo remediarlo!

Finalmente, una de las réplicas clásicas al argumento de que Dios no es omnipotente porque no puede evitar el mal, es que el mal nada tiene que ver con él. El mal es obra del hombre, y la libertad su condición necesaria.

Bueno, sí, evidentemente la causa inmediata del mal siempre es el hombre, sus inclinaciones, sus elecciones. Giulio Cesare Vanini afirmó una vez: Pero Dios otorgó al hombre las facultades para pecar. Si esto es cierto, y difícilmente podemos pensar que no sea así, pues en el contexto se entiende que es Dios el principio y causa del hombre, entonces no es el hombre solo quien hace encarnar el mal en la historia: detrás del ser humano hay decisiones divinas que han dispuesto al mundo como es, sin más dolor ni menos felicidad que la que es posible encontrar, todo inmediatamente la voluntad humana, pero mediatamente la voluntad del Señor.

¿Por qué razón Dios obraría así? Difícil saberlo. Pero algo parece más o menos claro, y es que, aunque su corazón chillara de odio contra la peste y el llanto de los niños maltratados, no pudo ni puede nunca evitar que sucedan las cosas horribles que pasan todos los días en nuestro mundo. Si Dios existe y es bueno (y nos conviene que así sea), es incapaz de ayudar a nadie con sus problemas.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Pareidolia

Es un fenómeno psicológico bastante común. Consiste en creer ver formas definidas en formas indefinidas.

Recuerdo que, en su momento, alguna revista amarillista publicó en portada una fotografía de las Torres Gemelas durante el desastre ocurrido el 9/11 en Estados Unidos. La revista afirmaba que, si poníamos atención, se podía percibir claramente el rostro del diablo en el humo negro.

Bueno, sí, si ponemos en marcha nuestra imaginación y todo nuestro poder acrítico de ingenuidad, podemos ver ahí (y en cualquier otro lado) el diablo, la luna, un bicho y cualesquiera otra cosa que se nos antoje.

(Crestomatía. Imagen obtenida de https://es.wikipedia.org/wiki/Pareidolia)

Hay ejemplos de pareidolia en todos lados, pero hay unos que resultan perfectamente ridículos, como el caso de la Virgen o el rostro de Cristo en una pieza de pan tostado o en una loseta del piso del Metro de la CDMX.

Independientemente de las razones de por qué la Divinidad querría representarse a sí misma en el piso o en una pieza de pan barato comido por personas aviesas, cosa que de por sí resulta ya demasiado, ¿por que no pensar que lo que se ve ahí no es mejor el rostro de Santo Tomás o, mejor aún, de mi tío Juán ya fallecido? Hay mil opciones más, ¿por qué la Divinidad y no otra cosa?

El grueso de la gente adulta es bastante infantil, por así decirlo, y por tanto tiene opiniones ingenuas relacionadas con infinidad de cosas. Una de ellas es, y con esto termino, dar por cierto que hay algo en donde no hay nada.