domingo, 27 de noviembre de 2016

Esas malditas series de TV sobre narcos

Mucha gente piensa que las series sobre narcos subliman la figura aborrecible de gente inmoral e indeseable, y que hacer eso tiene consecuencias negativas sobre gente de poca cabeza, como los adolescentes, que se representan a esas terribles figuras como ídolos.


Crestomatía. http://www.icmedianet.org/

Pero eso que sucede con las series de narcos perfectamente puede decirse de las películas sobre estafas que a todos nos gustan, en donde pintan a los criminales de tal forma que cualquiera quisiera convertirse en un carismático estafador. Uno puede dar mil ejemplos semejantes, y por tanto las dudas y recriminaciones deberían recaer casi sobre todo. En este sentido, ¿debería prohibirse la comercialización de Rápido y Furioso, La gran estafa, Breaking bad y todas esas películas y series en que se se desarrolla la figura de los criminales como superhéroes y personas exitosas? Claro que no. Si así fuera, en dos segundos nos quedamos sin las industrias de la televisión y el cine. Prohibir y censurar, obvio, no es la solución.

Las personas deben educar a sus hijos de tal forma que éstos aprendan a vivir y soslayar las influencias negativas de un mundo lleno de vicisitudes, de crímenes, de villanos y de las 75 mil quinientas porquerías que yacen en continua presencia en la vida de cualquier persona.

¡Qué vamos a hacer, demonios, ir al Senado a exigir una ley para que no existan niños buleadores en la escuelas porque no queremos que nuestros hijos tengan la influencia de esa clase de niños? ¿O esconder a nuestros hijos en nuestras casas, y que no salgan nunca, para que jamás tengan contacto con los vagos de la esquina?

Crestomatía. http://mxcdn02.mundotkm.com

Más aún, si lo hiciéramos, lograríamos poner a salvo a nuestros hijos, sí, y jamás tendrían una cicatriz en su cuerpo. Pero al mismo tiempo estaríamos haciendo de ellos unos auténticos inútiles que no sabrán, de ahí en adelante, cómo defenderse y comportarse ante una sociedad hostil. Los hijos, nuestros hijos, desgraciadamente tienen que enfrentarse al mundo para que aprendan a defenderse.

Esas personas, las que claman contra las series de narcos y otras malas influencias, parecen tan ridículas como aquellas que echan el grito al cielo porque sus parejas les han sido infieles, y si pueden, ¡echan en cara la culpa de la infidelidad al amante de su pareja infiel, alegando que ella fue la culpable de la ruptura de la relación! En estos casos, ¡quien menos culpa tiene, si es que tiene alguna, es el amante! El amante (la serie de narcos) está ahí afuera como una de las múltiples acechanzas existentes, tan placenteras como dañinas de la vida.

Muchas veces, probablemente la mayoría, si la pareja (nuestros hijos) cae en sus garras es por su propia voluntad, que al ser débil y torpe como un animal, nunca aprendió nada, y por tanto no supo negarse a caer en el placer de convivir con gente vacía y tosca como los vagos detestables de las esquinas (las series de narcos). ¿Entonces quién diablos tiene la culpa de que los niños caigan en las manos del mal (narcos, etc)?

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Nunca van a dejar de existir las series de narcos, las drogas y los amantes. Siempre estarán ahí. Si nuestros hijos y parejas caen en ellas, echemos culpa a lo que queramos menos a las series de narcos, a las drogas y los amantes. Pensemos un poco y entendamos que la culpa cae en nosotros como padres que no pudimos encaminar a los hijos, y en los propios hijos que, igual que los animales, no pudieron tomar buenas decisiones.

domingo, 20 de noviembre de 2016

El lado bueno de la pobreza

En algún momento llegué a escuchar esto: No hay que hacer nada por mejorar la calidad de vida de los pobres, después de todo ya están acostumbrados a vivir así.

Independientemente de las diatribas que podamos lanzar contra quienes sostienen una idea semejante, hay algo en ella que tiene mucho de cierto; y lo que tiene de cierto también lo tiene de valioso.

Yo nací en un hogar humilde, uno en que no hubo lujos de ningún tipo y en el que, por supuesto, no hubo agua caliente disponible en los lavabos. Y aunque con el tiempo la situación económica mejoró bastante, nunca sentimos la necesidad de modificar las instalaciones para proveer agua caliente en el lavamanos.

Hace tiempo viví unos cinco años en una casa que sí disponía de agua caliente en los lavabos, pero nunca la usé, ni siquiera en invierno. La pobreza de mi infancia me endureció lo suficiente para no necesitar una comodidad como esa. Ahora, esto mismo podría decir yo de muchas otras carencias que tuve en mi vida de hijo de familia y que ahora de adulto no me hacen falta.

Hay mucha gente que tiene la suerte de nacer en una familia que puede proveerse de comodidades y lujos. Desgraciadamente, muchas de esas familias cuentan con padres que no piensan, como los animales, y proveen lujo tras lujo a su hogar sin pensar un momento en hacer algo para que sus hijos entiendan que tales comodidades no son necesarias, y que si llegan a verse en un contexto en el que no existe tal abundancia, no se muerdan la lengua engreída que tienen y se nieguen a acomodarse con lo que hay.

Crestomatía. http://st-listas.20minutos.e


¡Quién no conoce personas que por alguna razón se niegan a dormir en el piso cuando llega el momento de hacerlo, o habitar algún tiempo en una casa con techo de lámina, a comer pobremente, a defecar en un baño sucio e incluso a lavarse las manos si el lavabo está grasiento!

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Existen personas que aún habiéndose criado en familias pudientes, no muestran debilidad ni asco cuando tienen que vérselas con el ambiente de amistades pobres. Pero muchas otras no. Si la pobreza tiene algo de bueno, es precisamente eso, que capacita a las personas a vivir en donde y como sea. La pobreza abre a las personas, dotándolas de aptitudes para vivir en múltiples contextos, no necesitando las almohadas satinadas y perfumes de diseñador que las princesas y petimetres tienen en casa.



domingo, 13 de noviembre de 2016

Me niego a pagar un taxi

Cuando llega la ocasión de elegir entre pagar un taxi, tomar un microbús o un camión, generalmente decido no pagar nada y comienzo a caminar.

Lo mismo pasa cuando el estómago comienza a gritarme que tiene hambre, «¡Hey, tú, quiero comer!», dice mientras me hace mirar con apetito los puestos de comida ambulantes. Pero me niego a complacerlo y sigo caminando, resguardando fielmente mi dinero entre las manos.

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«¿Por qué diablos te comportas así?», algunas personas me dicen y ríen, como si fuera una gracia.

Cada vez que suceden casos como los mencionados, cada vez que llega el momento entre decidir complacer o no a mi cuerpo, viene a mi mente Ana Karenina, y entonces decido disciplinarme a mí mismo y sobre todo a mi cuerpo que no deja de pedir y pedir. Ana Karenina, ustedes saben, es una obra bastante reconocida. He leído esta obra recientemente y en ella aparece una idea que, sin saberlo, he profesado toda la vida, pero que al leerla tomó forma por vez primera en mi cabeza: ¿la satisfacción que obtengo al comprar algo es tan grande como el esfuerzo sufrido para ganar el dinero?

Crestomatía. https://pf.primerafila.com.co/ArticleMedia/Images/FITBO/img_eventos/el_avaro_680.png

La mayoría de las veces respondo negativamente tal pregunta, y por eso casi nunca me ven comprando nada. No pago taxis, no compro dulces, no como en la calle..., no nada, y por ello camino mucho y decido apretar mi estómago y pasarla mal. El dinero cuesta mucho ganarlo, y no me refiero sólo el sudor y la fatiga propios de las labores por las cuales me pagan, sino al trato con los compañeros que aborrezco y a los que tengo que verles la cara todos los días; me refiero al trato con la empresa que nunca paga horas extra, a levantarme temprano y cumplir con esta necesidad desgraciada de la vida. Repito, el dinero cuesta mucho como para tirarlo a la basura por un vaso de agua y una comida que no necesito porque no estoy muriendo, porque no estoy muriendo de sed, porque no estoy muriendo de hambre.

Considero que gastar el dinero así (comprando cosas en la calle) es muestra de una vanidad terrible que sólo vuelve flojas a las personas. Flojas porque pagan para no caminar, y serviles porque se subyugan a los apetitos de su cuerpo al que nunca obligan a moverse. ¿En qué clase de persona te has convertido tú, o a tus hijos con tu ejemplo, dando de comer a tu cuerpo en cuanto éste muestra la menor fatiga o pagando un taxi para evitar que tus piernas te lleven, como si fueras un príncipe o una reina vanidosa, floja y pedante?

Crestomatía. http://www.diariofemenino.com/uploads/psicologia/190628-sonar-taxi.jpg

Veámoslo por otro lado. Pienso que pagar $8 por 250 ml de agua es una auténtica locura. Con el mismo dinero podemos obtener 2 m3 de agua potable en casa, ¡2 m3! Demonios, ¿no podemos esperar a llegar a casa y beber toda el agua que queramos como hipopótamos, hasta reventar, pero sin tirar el dinero?

Nunca me he considerado un hombre avaro, sino ahorrador... Si ustedes, lectores, y con esto finalizo, justifican sus compras vanas afirmando que para eso está el dinero, bien, pero con ello no logran más que mantener un cuerpo y una mente flojos e indisciplinados.

domingo, 6 de noviembre de 2016

¿Futbol soccer? Por favor!

Con el mundial Estados Unidos 94 yo conocí el futbol soccer. Durante los siguientes años vi con gusto los partidos de la liga mexicana, y desde luego seguía casi religiosamente los partidos de la selección mayor.

Crestomatía. Imagen obtenida de http://www.taringa.net/posts/imagenes/17793142/Los-que-alzaron-la-copa-parte-2.html

Diez años después todo cambió. De pronto mi pasión fue convertida en asco y odio contra el futbol, más exactamente, contra el futbol mexicano.

Se entiende bien por qué los medios sobrevaloran una liga de futbol como la mexicana, que no es precisamente buena: el rating, el dinero, el poder. No sólo eso, el Estado muy probablemente tendrá que ver algo en la enorme promoción de ese juego deportivo. Las razones de esto último también parecen claras y no hace falta pensar mucho para encontrarlas: intentar alejar a la gente, en la medida de los posible, del México violento e infeliz que es.

Mi desencanto me ha llevado no sólo a no ver más los partidos, sino a experimentar molestia, por decir lo menos, al encontrarme con gente que hable del asunto. Pero hay algo peor, y es que mi disgusto sobre la liga mexicana de futbol y su selección mayor se ha posado sobre el futbol en general. Es decir, y a grandes rasgos, el futbol ha dejado de gustarme gracias a la gente que sí gusta de él.

Estoy acostumbrado a relacionar el futbol mexicano con gente inculta, salvaje, grosera. Para decirlo de una vez, tiendo a relacionarlo con el pelado mexicano, y esto me ha orillado a despreciar al futbol.


Crestomatía. http://eldeforma.com/2014/06/18/angel-de-la-independencia-estalla-fue-un-maldito-empate/

Finalmente, el futbol es sólo un deporte, y en este sentido en sí mismo no tiene absolutamente nada de despreciable. Lo que es aborrecible es la afición. La gente es siempre lo malo. Las personas, su educación y costumbres, son siempre lo malo.

Crestomatía. http://media.telemundo47.com/images/1200*676/tlmd_borrachos_mexico.jpg

Si los primates que gustan del futbol (como el animal estúpido de aquí arriba), y con esto finalizo, no se expresaran como lo hacen (como animales que no saben más que hablar de futbol con una cerveza en la mano), muestra clara las fotografías arriba expuestas, seguro jamás hubiera desaparecido en mí el gusto por este deporte. Pero gracias a ellos, ahora, se ha echado a perder otra cosa más en mi vida.